jueves, 11 de julio de 2024

FRASES Y SENTENCIAS DEL LIBRO LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER (MILAN KUNDERA)



Si el hombre solo puede vivir una vida es como si no viviera en absoluto. 

Quería tener la seguridad de que la amistad erótica nunca llegaría a convertirse en la agresividad del amor. 

No se trataba más bien de la histeria de un hombre que en lo más profundo de su alma ha tomado conciencia de su incapacidad de amar y que por eso mismo empiezan a fingir amor ante sí mismo?. 

El hombre nunca puede saber qué debe querer porque vive solo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores. 

El hombre lo vive todo a la primera y sin preparación. Pero qué valor puede tener la vida si el primer ensayo para vivir es ya la vida misma? 

Solo una relación no sentimental en la que uno no reivindique la vida y la libertad del otro, puede hacer felices a los dos.

Dormir juntos era, en realidad el Corpus delicti del amor. 

En el mismo momento en que terminaba el acto amoroso sentía un deseo insuperable de quedarse solo; despertarse en medio de la noche junto a una persona extraña le desagradaba; levantarse por las mañanas junto con alguien le producía rechazo; no tenía ganas de que nadie hubiese Cómo se limpiaba los dientes en el cuarto de baño y la intimidad del desayuno para dos no le atraía.

La persona que desea abandonar el lugar en donde vive no es feliz.

No hay nada más pesado que la compasión. Ni siquiera el propio dolor es tan pesado como el dolor sentido con alguien, por alguien, para alguien, multiplicado por la imaginación prolongado en mil Ecos.

Solo aquello que es necesario, tiene peso; solo aquello que tiene peso, vale.

Todos consideramos impensable que el amor de nuestra vida pueda hacer algo leve, sin peso; creemos que nuestro amor es algo que tenía que ser; que sin él nuestra vida no sería nuestra vida. 

Aquel que no piensa en el cuerpo se convierte más fácilmente en su víctima. 

Solo la casualidad puede aparecer ante nosotros como un mensaje. Lo que ocurre necesariamente, lo esperado, lo que se repite todos los dias, es mudo. Sólo la casualidad nos habla.

El sueño no es solo un mensaje (eventualmente un mensaje cifrado), sino también una actividad estética, un juego de la imaginación que representa un valor en sí mismo. El sueño es una prueba de que la Fantasía, la ensoñación referida a lo que no ha sucedido, es una de las más profundas necesidades del hombre. Ésta es la raíz de la traicionera peligrosidad del sueño

¿Qué es el vértigo? ¿el miedo a la caída? Pero ¿por qué también tenemos vértigo en un mirador provisto de una valla segura? el vértigo es algo diferente del miedo a la caída. El vértigo significa que la profundidad que se abre ante nosotros nos atrae, no seduce, despierta en nosotros el deseo de caer, del cual nos defendemos espantados.

Es precisamente el débil quien tiene que ser fuerte y saber marcharse cuando el fuerte es demasiado débil para ser capaz de hacerle daño al débil. 

También podríamos llamarlo la borrachera de la debilidad. Uno se percata de su debilidad y no quiere luchar contra ella, sino entregarse. Está borracho es su debilidad, quiere ser aún más débil, quiere caer en medio de la plaza, ante los ojos de todos, quiere estar abajo y aún más abajo que abajo. 

El ruido tiene una ventaja. No se oyen las palabras / la música, la negación de las frases, la música, la antipalabra.

Los extremos son la frontera tras la cual termina la vida, y la pasión por el extremismo en el arte y en la política es una velada ansia de muerte. 

Quien busque el infinito, que cierre los ojos. 

Para Sabina, vivir en la verdad, no mentirse a uno mismo ni mentir a los demás, sólo es posible en el supuesto de que vivamos sin público. En cuanto hay alguien que observe nuestra actuación, nos adaptamos, queriendo o sin querer, a los ojos que nos miran y ya nada de lo que hacemos es verdad. Tener público, pensar en el público, eso es vivir en la mentira. Sabina desprecia la literatura en la que los autores delatan todas sus intimidades y las de sus amigos. La persona que pierde su intimidad, lo pierde todo, piensa Sabina. Y la persona que se priva de ella voluntariamente es un monstruo. 

El amor, cuando se hace público, aumenta de peso, se convierte en una carga. 

Un drama vital siempre puede expresarse mediante una metáfora referida al peso. Decimos que sobre la persona cae el peso de los acontecimientos. La persona soporta esa carga o no la soporta, cae bajo su peso, gana o pierde. Pero qué le sucedió a Sabina? Nada. Había abandonado a un hombre porque quería abandonarlo. ¿La persiguió él? ¿Se vengó? No. Su drama no era el drama del peso, sino el de la levedad. Lo que había caído sobre Sabina no era una carga, sino la insoportable levedad del ser (132) 

Cuando una conversación privada ante una botella de vino se emite públicamente por la radio, ¿qué explicación puede darse si no la de que el mundo entero se ha convertido en un campo de concentración? El campo de concentración es un mundo en el que las personas viven permanentemente juntas, de día y de noche. La crueldad y la violencia no son más que rasgos secundarios. El campo de concentración es la liquidación total de la vida privada.

¿A qué se refiere el nombre? ¿solo algo incorpóreo inmaterial? 

Solo las preguntas más ingenuas son verdaderamente serias. Son preguntas que no tienen respuesta. Una pregunta que no tiene respuesta es una barrera que no puede atravesarse.

¿Qué es la coquetería? Podría decirse que es un comportamiento que pretende poner en conocimiento de otra persona que un acercamiento sexual es posible, de tal modo que esta posibilidad no aparezca nunca como seguridad. Dicho de otro modo: la coquetería es una promesa de coito sin garantía. 

Los amores son como imperios: cuando desaparece la idea sobre la que han sido construidos, perecen ellos también 

¡Qué indefenso está el hombre ante los elogios! No era sólo vanidad. Era mas que nada por falta de experiencia. Si usted está sentado cara a cara con alguien afable, respetuoso, Cortés, es muy difícil darse cuenta permanentemente de que nada de lo que dice es verdad, de que ninguna de sus afirmaciones es sincera. No creer requiere un enorme esfuerzo y exige entrenamiento. 

¿Qué buscaba en ellas? ¿Qué era lo que le llevaba hacia ellas? ¿No es el acto amoroso la eterna repetición de lo mismo? No. Siempre queda un pequeño porcentaje inimaginable. Claro que, cuando veía una mujer vestida, era capaz de imaginarse aproximadamente qué aspecto iba a tener desnuda, pero entre lo aproximado de la imagen y la precisión de la realidad quedaba la pequeña rendija de lo inimaginable que le intranquilizaba. La persecución de lo inimaginable No termina con el descubrimiento de la desnudez, sino que continúa más allá: ¿cómo se comportará cuando la desnude?, ¿qué dirá cuando le haga el amor?, en qué tonos sonarán sus suspiros?, ¿qué muecas tendrá grabadas en la cara en el momento del placer? El carácter único del 'yo' se esconde precisamente en lo que hay de inimaginable en el hombre. El 'yo' individual es aquello que se diferencia de lo general, o sea lo que no puede ser adivinado y calculado de antemano lo que en el otro es necesario descubrir, desvelar, conquistar. 

No está obsesionado por las mujeres, está obsesionado por lo que hay en cada una de ellas de inimaginable. 

La millonésima diferencial está presente en todos los campos de la vida humana, solo que en todos los demás está a los ojos del público, no es necesario descubrirla. Únicamente en la sexualidad la millonésima diferencial aparece como algo extraordinario, porque no está al alcance del público y es necesario conquistarla. 

La sexualidad sigue siendo la caja de caudales en la que está oculto el Secreto del yo de de la mujer.

Unos buscan en todas las mujeres su propio sueño, subjetivo y siempre igual, sobre la mujer. Los segundos son impulsados por el deseo de apoderarse de la infinita variedad del mundo subjetivo de la mujer. 
La obsesión de los primeros es lírica: se gustan a sí mismos en las mujeres, buscan su ideal y se ven repetidamente desengañados porque un ideal es, como sabemos, aquello que nunca puede encontrarse. El desengaño que los lleva de una mujer a otra le brinda a su inconstancia cierta disculpa romántica, de modo que muchas mujeres sentimentales pueden sentirse conmovidas por su terca poligamia. 
La segunda obsesión es épica y las mujeres no ven en ella nada conmovedor: el hombre no proyecta sobre las mujeres un ideal subjetivo; por eso todo le resulta interesante y nada puede desengañarlo. Y es precisamente esa incapacidad para el desengaño la que contiene algo de escandaloso. La obsesión del mujeriego épico produce a la gente la impresión de que no se ha pagado nada a cambio de ella (no se ha pagado por el desengaño) 

Parece como si existiera en el cerebro una región totalmente específica, que podría denominarse memoria poética y que registrar aquello que nos ha conmovido, encantado, que ha hecho hermosa nuestra vida... el amor empieza por una metáfora. Dicho de otro modo: el amor empieza en el momento en que una mujer inscribe su primera palabra en nuestra memoria poética. 

La vida humana acontece solo una vez y por eso nunca podremos averiguar Cuáles de nuestras decisiones fueron correctas y cuáles incorrectas. En la situación dada solo hemos podido decidir una vez y no nos ha sido dada una segunda, una tercera, una cuarta vida para comparar las distintas decisiones 

La historia es igual de leve que una vida humana singular, insoportablemente leve, leve como una pluma, como el polvo que flota, como aquello que mañana ya no existirá. 

Tomás piensa: amarrar el amor al sexo ha sido una de las ocurrencias mas extravagantes del Creador.

¿Es que la proximidad puede producir vértigo? Puede! 

Sin ningún tipo de preparación teológica, espontáneamente, comprendí desde niño la incompatibilidad entre la mierda y Dios y, de ahí, cuán dudosa resulta la tesis básica de la antropología cristiana según la cual el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios. Una de dos: o el hombre fue creado a semejanza de Dios y entonces Dios tiene tripas, o Dios no tiene tripasy entonces el hombre no se le parece. La mierda es un problema teológico más complejo que el mal. Dios les dio a los hombres la libertad y por eso podemos suponer que, al fin y al cabo, no es responsable de los crímenes humanos. Pero el único responsable de la mierda es aquel que creó al hombre.

La pregunta es como un cuchillo que rasga el Lienzo de la decoración pintada, para que podamos ver lo que se oculta tras ella Hay situaciones en las que las personas están condenadas a hacer teatro. 

Todos necesitamos que alguien nos mire! 
Sería posible dividirnos en cuatro categorías, según el tipo de mirada bajo la cual queremos vivir: La primera categoría anhela la mirada de una cantidad infinita de ojos anónimos, o dicho de otro modo, la mirada del público. 
La segunda categoría la forman los que necesitan para vivir la mirada de muchos ojos conocidos. Éstos son los incansables organizadores de cócteles y cenas. Son más felices que la persona de la primera categoría, quiénes, cuando pierden a su público, tienen la sensación de que en el salón de su vida se ha pagado la luz. A casi todos ellos le sucede esto alguna vez. En cambio, las personas de la segunda categoría siempre consiguen alguna de esas miradas. 
Luego está la tercera categoría, los que necesitan de la mirada de la persona amada. Su situación es igual de peligrosa que la de los de la primera categoría. Alguna vez se cerrarán los ojos de la persona amada y en el salón se hará la oscuridad. 
Y también una cuarta categoría, la más preciada, la de quienes viven bajo la mirada imaginaria de personas ausentes. Son los soñadores.

No hay seguridad alguna de que Dios haya confiado efectivamente al hombre El dominio de otros seres. Ese derecho nos parece evidente porque somos nosotros los que nos encontramos en la cima de esa jerarquía. Pero bastaría con que entrar en el juego un tercero, por ejemplo un visitante de otro planeta.

La humanidad vive a costa de las vacas. 

Ya en el Génesis, Dios confió al hombre el dominio sobre animales, pero esto podemos entenderlo en el sentido de que solo le 'cedió' ese dominio. El hombre no era el propietario, sino un administrador del planeta que, algún día, debería rendir cuentas de esa administración. 

Nunca seremos capaces de establecer con seguridad en qué medida nuestras relaciones con los demás son producto de nuestros sentimientos, de nuestro amor, de nuestro desamor, bondad o maldad, y hasta qué punto son el resultado de la relación de fuerzas existentes entre ellos y nosotros. La verdadera bondad del hombre solo puede manifestarse con absoluta limpieza y libertad en relación con quien no representa fuerza alguna. La verdadera prueba de la moralidad de la humanidad, la más honda (situada a tal profundidad que escapa nuestra percepción), radica en su relación con aquellos que están a su merced: los animales. 

 Nosotros, que hemos sido educados en la mitología del Antiguo Testamento, podríamos decir que un Idilio es la imagen que nos ha quedado como recuerdo del paraíso: la vida en el paraíso no semejaba una carrera en línea recta que nos conduce a lo desconocido, no era una aventura. Se movía un círculo entre cosas conocidas. Su uniformidad no era un aburrimiento, sino un motivo de felicidad.

La comparación entre Karenín y Adán me lleva a pensar que en el paraíso el hombre aún no era hombre. Más exactamente: el hombre aún no había sido lanzado a la órbita del hombre. Nosotros hace ya mucho que hemos sido lanzados y volamos por el vacío del tiempo que transcurre en línea recta. Pero aún sigue existiendo dentro de nosotros una estrecha cuerdecilla que nos ata lejano y nebuloso paraíso. La nostalgia del paraíso es el deseo del hombre de no ser hombre. 

El perro nunca ha sido expulsado del paraíso 

De la confusa mezcla de estas ocurrencias, crece ante Teresa una idea blasfema de la que no puede librarse: el amor que la une a Karenín es mejor que el que existe entre ella y Tomás. Mejor no mayor.

Le da la impresión de que la pareja humana está hecha de tal manera que su amor es a priori de peor clase que la que puede ser el amor entre una persona y un perro, esa extravagancia en la historia del hombre probablemente no planeada por el creador. 

Es un amor desinteresado: Teresa no quiere nada de Karenin. Ni siquiera le pide amor. Jamás se ha planteado los interrogantes que torturan a las parejas humanas: ¿me ama?, ¿ha amado a alguien más que a mí?, ¿me ama más de lo que yo amo a él? 

Es posible que todas estas preguntas que inquieren acerca del amor, que lo miden, lo analizan, lo investigan, lo interrogan, también lo destruyan antes de que pueda germinar. Es posible que no seamos capaces de amar precisamente porque seamos porque deseamos ser amados, porque queremos que el otro nos dé algo (amor), en lugar de aproximarnos a él sin exigencias y querer solo su mera presencia. 

Y algo más: Teresa aceptó a Karenin tal como era, no pretendía transformarlo a su imagen y semejanza, estaba de antemano de acuerdo con su mundo canino, no pretendía quitárselo, no tenía celos de sus aventuras secretas. No lo educó porque quisiera transformarlo (como quiere el hombre transformar a su mujer y la mujer a su hombre), sino para enseñarle un idioma elemental que lo hiciera posible la comprensión y la vida en común. 

Y luego el amor hacia el perro es voluntario, nadie la fuerza a él. 

Ninguna persona puede otorgarle a otra el don del Idilio. Eso solo lo sabe hacer el animal, porque no ha sido expulsado del paraíso. El amor entre un hombre y un perro es un Idilio. 

El tiempo humano no da vueltas en retorno sino que sigue una trayectoria recta. 

¿Cómo reconocer el momento en que el sufrimiento es ya inútil? 

El horror es un Impacto, un momento de absoluta ceguera. El horror está desprovisto de toda huella de belleza. No vemos más que la intensa luz del acontecimiento desconocido que aguardamos. 

Siempre le había reprochado secretamente que no la amaba bastante. su propio amor estaba para ella fuera de toda sospecha, mientras que consideraba el amor de él como simple amabilidad. 

Toda la vida había utilizado sus propias debilidades en contra de Tomás. 

Todos tendemos a considerar la fuerza como culpable y la debilidad como víctima inocente. 

Su debilidad era agresiva y le obligaba a constantes rendiciones, hasta que por fin dejó de ser fuerte y se convirtió en un conejito en su regazo 

La misión es una idiotez. No tengo ninguna misión. Nadie tiene ninguna misión. Y es un gran alivio sentir que eres libre, que no tienes una misión.

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