martes, 10 de enero de 2017

FRASES Y SENTENCIAS DEL LIBRO "LA INMORTALIDAD" (MILAN KUNDERA)



-Con cierta parte de nuestro ser vivimos todos fuera de tiempo, puede que solo en circunstancias excepcionales seamos conscientes de nuestra edad y que la mayor parte del tiempo carezcamos de edad (2)


-Ese es nuestro único deseo profundo en la vida: Que todos nos consideren grandes pecadores! (2)

-La unión armónica de la uniformidad y la libertad ¿Puede desear algo mejor la humanidad? (4)


-El gesto es mas individual que el individuo (6)


-Tuvimos que dejar de asombrarnos de que precisamente esto (lo que vemos frente a nosotros en el espejo) fuera de nuestro yo. Sin la fe en que nuestro rostro expresa nuestro yo. (11)


-Sin esa ilusión básica, sin esa protoilusión, no podríamos vivir o al menos no podríamos tomarnos la vida en serio. y no bastaba con que nos identificáramos con nosotros mismos, era necesario que nos identificáramos apasionadamente a vida o muerte.  (11)


-Ay! la soledad es tan poco probable, si ya era tan escasa en vida, peor será después de la muerte! (11)


-Hay tantos mas muertos que vivos! (11) 


-Ambos se habían querido pero no habían podido conocerse de verdad porque no habían tenido suficientes ocasiones para estar juntos a solas (15)


-Ya no se trata solo de que la gente procure ser mas guapa cuando sale, se trata de que ni siquiera intenta ser menos fea (18) 


-Los cobardes temen por su vida y por eso son capaces de pelear furiosamente por ella (20) 


-El peligro del odio consiste en que nos ata al adversario en un estrecho abrazo (20)


-Soledad. Dulce ausencia de miradas (24)

-A diario nos traspasan unas mil miradas, pero eso no basta: se institucionalizará además una mirada única, para que no nos abandone ni un instante, para que nos siga en la calle, en el bosque, en la consulta del médico, en el quirofano, en la cama; la imagen de nuestra vida se archivará en su totalidad para que pueda ser utilizada en cualquier momento en caso de conflicto legal o cuando lo exija la curiosidad pública (24)


-En todas partes hay una foto, en todas partes hay un ojo, hay un objetivo (26)


- Hoy el ojo de Dios ha sido reemplazado por los ojos de todos. la cámara aparenta interesarse solo por los famosos, pero basta con que lo mas mínimo pase, para que de pronto también ustedes sean famosos y formen parte de la orgía general, que nada tiene en común con el placer y que se limita a poner públicamente en conocimiento de todos que no tienen donde esconderse y que cualquiera está a merced de cualquiera (26)


-El individuo ya no se pertenece a sí mismo, que es del todo y por completo propiedad de otros (28)


-Los derechos de la cámara quedaron por encima de todos los demás derechos (28)


-Cuando estas enamorado de alguien, estas enamorado de su rostro y se convierte en un rostro que no se parece a ningún otro. (28)


-Su timidez le agrandaba, porque era síntoma de que estaba perdidamente enamorado, pero aún en mayor medida la irritaba porque era síntoma de su inmadurez (30)


-No es fácil desacostumbrarse de un gesto que se ha acostumbrado a nosotros (32)


-El gesto despertó en ella y dijo en su lugar lo que ella misma no sabia decir (31)


-No poder dormir y no poder moverse: cama de matrimonio (34)


-En todas partes se sabe que la tierra es un horror (34)


-El rostro solo existe aquí en la tierra (34)


-Vine a preguntarles en la próxima vida ¿Quieren estar juntos o prefieren no volver a encontrarse? (34)


-Los muertos y la inmortalidad son como una pareja indivisible de amantes y aquel cuyo rostro se confunde con los rostros de los muertos es inmortal ya en vida (34)


-Todos los año nuevo cuando loa gente quiere reirse y no suele tener de qué (40)


-Cambia el carácter de la inmortalidad en la época de las cámaras? (40)


-¿Cuantas veces se quedaron de verdad a solas. cara a cara, 3 ó 4 veces difícilmente mas. Pero cuanto menos se veían, más se escribían. pero además de la avalancha de palabras no sucedió entre ellos nada mas y podemos ciertamente preguntarnos porque su historia de amos se hizo tan famosa, respuesta:porque desde el comienzo se trató  de algo distinto al amor (47)


-A cualquiera le molesta oir relatar su vida en una interpretación distinta de la propia (48)


-Lo que había entre ellos no era amor, era inmortalidad (48)


-En la inmortalidad se piensa desde la infancia (51)


-Hasta cierto momento, la muerte es algo demasiado lejano para que nos ocupemos de ella; es no vista e invisible pero luego de pronto empezamos a ver nuestra muerte ante nosotros y ya no podemos librarnos de ella, está con nosotros y en cuanto sabemos que está con nosotros empezamos a preocuparnos febrilmente de ella (56)

 
-Después de esta segunda etapa de la vida, cuando el hombre es incapaz de apartar los ojos de su muerte, viene una tercera etapa, la más breve y más misteriosa, de la que se sabe y se habla poco. Las fuerzas se agotan y del hombre se apodera un cansancio que lo desarma. El cansancio: un callado puente que conduce desde la orilla de la vida a la orilla de la muerte. La muerte está tan cerca que mirarla se ha vuelto aburrido. Ha vuelto a ser invisible y a no ser vista: a no ser vista como no se ven los objetos demasiado conocidos. El hombre cansado mira desde la ventana, mira la copa de los árboles y pronuncia para sí sus nombres: castaño, álamo, arce. Y esos nombres son bellos como el ser mismo. El álamo es alto y se parece a un atleta que ha levantado un brazo hacia el cielo. O se parece a una llama que se elevó hacia lo alto y se quedó petrificada. Álamo, oh, álamo. La inmortalidad es una ilusión ridícula, una palabra vacía, un viento atrapado en una red de mariposas, si la comparamos con la belleza del álamo al que el hombre cansado mira desde la ventana. Al cansado anciano la inmortalidad ya no le interesa en absoluto. ¿Y qué hace el anciano cansado que mira el álamo si de pronto se presenta una mujer que quiere sentarse en la mesa, arrodillarse en el umbral y pronunciar frases sofisticadas? Con una sensación de indecible alegría y en un repentino incremento de vitalidad la llamará «moscón antipático». Pienso en el momento en que Goethe escribió las palabras «moscón antipático». Pienso en la satisfacción que sintió al hacerlo e imagino que entonces de pronto comprendió: nunca en la vida había actuado como quería actuar. Se consideró administrador de su inmortalidad y esa responsabilidad lo había atado y hecho de él un hombre estirado. Tuvo miedo de todas las excentricidades, aunque le atrajeran fuertemente, y cuando se permitió alguna procuró amañarla posteriormente de modo que no se saliese de aquel sonriente equilibrio que alguna vez identificó con la belleza. Las palabras «moscón antipático» no concordaban ni con su obra, ni con su vida, ni con su inmortalidad. Esas palabras eran libertad pura. Sólo podía escribirlas alguien que estuviera ya en la tercera etapa de su vida, en la que el hombre deja de administrar su inmortalidad y no la considera relevante. No todos los hombres llegan hasta este límite extremo, pero quien llega sabe que por primera vez es allí y sólo allí donde hay verdadera libertad. Estas ideas pasaron por la mente de Goethe pero en seguida las olvidó porque era viejo, estaba cansado y tenía ya mala memoria. (57)


-La inmortalidad ridícula nos amenaza a todos (64) 


-Aunque es posible modelar de antemano la inmortalidad, manipularla, prepararla, nunca se realiza tal y como fue planeada (64) 


-La inmortalidad es el juicio eterno (65) 


-Lo único que esperaba era poder vivir en paz, al menos después de muerto (65)


-Uno puede quitarse la vida, pero no puede quitarse la inmortalidad (65) 


-La lucha por la paz hasta la destrucción de todos por todos (71) 


-Los coches son el orgullo del hombre moderno (71) 


-Las gafas negras se convirtieron para ella desde entonces en el símbolo de la tristeza. No los ponía para ocultar el llanto, sino para que se supiera que lloraba. las gafas pasaron a ser un sucedáneo de las lagrimas (73) 


-Si a la persona le quitas le cuerpo ¿Sigue siendo una persona? (76)

 
-El sostén pone de manifiesto el carácter técnico del cuerpo femenino (77)

 
-Claro, tú me conoces por mi rostro, tú me conoces como rostro y nunca me has conocido de otro modo. Por eso ni se te podía ocurrir que mi rostro no soy yo.


-El nombre también nos lo han puesto por casualidad —continuó—. No sabemos cuándo surgió y cómo lo adquirió algún antepasado lejano. No entendemos en absoluto nuestro nombre, no sabemos su historia y sin embargo lo llevamos con exaltada fidelidad, nos confundimos con él, nos gusta, estamos ridículamente orgullosos de él, como si lo hubiéramos inventado en un momento de genial inspiración. El rostro es como el nombre. Sucedió seguramente en algún momento al final de mi infancia: estuve tanto tiempo mirándome al espejo que al final me convencí de que lo que veía era yo. Recuerdo aquella época muy vagamente, pero sé que descubrir el yo tuvo que haber sido embriagador. Pero después llega un momento en el que estás frente al espejo y te preguntas: ¿esto soy yo? ¿y por qué? ¿por qué me he solidarizado con esto? ¿y a mí qué me importa este rostro? Y en ese momento todo empieza a hundirse. Todo empieza a hundirse.


 -La mujer pasa mucho más tiempo discutiendo acerca de sus preocupaciones corporales, no le está permitido olvidarse despreocupadamente de su cuerpo. Todo empieza con la impresión que produce la primera hemorragia; de pronto el cuerpo está allí y te encuentras frente a él como un mecánico al que se le ha ordenado mantener en funcionamiento una pequeña fábrica: todos los meses tienes que cambiar tampones, tomar pastillas, reajustarte el sostén, prepararte para producir.



-Excitación: la huidiza redención del cuerpo.

Ni siquiera en este caso hubiera estado Laura de acuerdo con ella. ¿Un instante de redención? ¿Cómo que un instante? Para Laura el cuerpo era sexual desde el comienzo, a priori, incesantemente y por completo, en esencia. Amar a alguien significaba para ella: ofrecerle un cuerpo, darle un cuerpo, un cuerpo con todo lo que tiene que tener, tal como es, en la superficie y por dentro, incluido el tiempo que lentamente lo corroe.
Para Agnes el cuerpo no era sexual. Sólo se volvía sexual durante breves momentos excepcionales, cuando un instante de excitación lo irradiaba con una luz irreal. 


-Periodista no es aquel que pregunta, sino aquel que tiene el sagrado derecho de preguntar, de preguntarle a quien sea lo que sea. ¿Acaso no tenemos todos ese derecho? ¿Y no es acaso la pregunta un puente de comprensión tendido de hombre a hombre? Quizá. Por eso precisaré mi afirmación: el poder del periodista no está basado en el derecho a preguntar, sino en el derecho a exigir respuestas.
Fíjense bien, por favor, en que Moisés no incluyó entre los diez mandamientos el de «¡No mentirás!». ¡No fue una casualidad! Porque quien dice «¡No mientas!» tiene que decir antes «¡Responde!», y Dios no le dio a nadie el derecho a exigir de otro una respuesta. «¡No mientas!», «¡Di la verdad!», son palabras que un hombre no debería decirle a otro si lo considera un igual. Quizá Dios sea el único en tener derecho a decírselas, pero no tiene ningún motivo para hacerlo porque todo lo sabe y no le hace falta nuestra respuesta.
Entre el que da órdenes y el que tiene que obedecerlas no hay una desigualdad tan radical como entre quien tiene derecho a exigir una respuesta y quien tiene la obligación de responder. Por eso el derecho a exigir una respuesta se otorgaba desde siempre sólo en casos excepcionales. Por ejemplo al juez que investiga un delito. En nuestro siglo se adjudicaron este derecho los Estados fascistas y comunistas, y no en situaciones excepcionales, sino para siempre. Los ciudadanos de esos países saben que en cualquier momento puede producirse una situación en la que serán llamados a responder: qué hicieron ayer; qué piensan en lo más oculto de su alma; de qué hablan cuando se encuentran con A; ¿es cierto que mantienen una relación íntima con B? Precisamente ese imperativo sacralizado «¡Di la verdad!», ese decimoprimer mandamiento, a cuya fuerza no supieron resistir, los convirtió en masas de miserables infantilizados (86) 
-La guerra y la cultura son dos polos de Europa, su cielo y su infierno, su gloria y su vergüenza, pero no es posible separarlos, cuando se acabe uno se acabara el otro y uno no puede acabarse sin el otro. Eso de que en Europa no haya guerra desde hace 50 años tiene alguna misteriosa relación con que hace 50 años que no aparece ningún Picasso (96) 


-La imagología El político depende del periodista. ¿Pero de quién dependen los periodistas? De los que pagan. Y los que pagan son las agencias publicitarias, que compran de los periódicos el espacio y de la televisión el tiempo para sus anuncios. A primera vista se diría que se dirigirán sin vacilar a todos los periódicos que se venden bien y que pueden por tanto incrementar la venta del producto ofrecido. Pero ésa es una visión ingenua del asunto. Vender el producto no es tan importante como creemos. Basta con fijarse en los países comunistas: no es posible afirmar que los millones de retratos de Lenin que cuelgan por todas partes pueden incrementar el amor por Lenin. Las agencias de publicidad de los partidos comunistas (los llamados departamentos de agitación y propaganda) olvidaron hace ya mucho tiempo el objetivo práctico de su actividad (hacer que el sistema comunista sea amado) y se convirtieron en un fin en sí mismas: crearon su idioma, sus fórmulas, su estética (los directores de estas agencias tenían antes un poder absoluto sobre el arte en sus países), su idea sobre el estilo de vida, que cultivan, difunden e imponen a las pobres naciones. ¿Objetarán ustedes que la publicidad y la propaganda no pueden compararse, porque una está al servicio del comercio y la otra al de la ideología? No entienden ustedes nada. Hace unos cien años, en Rusia, los marxistas perseguidos comenzaron a reunirse en secreto en pequeños círculos para estudiar el Manifiesto de Marx; simplificaron el contenido de esta sencilla ideología para difundirla a nuevos círculos cuyos miembros, simplificando aún más esta simplificación de lo sencillo, la transmitieron a otros y éstos a otros, de modo que cuando el marxismo se hizo conocido y poderoso en todo el planeta no quedaba de él más que una colección de seis o siete consignas, tan deficientemente ligadas entre sí que es difícil llamarlas ideología. Y precisamente porque lo que quedó de Marx hace ya tiempo que no constituye un sistema lógico de ideas, sino apenas una serie de imágenes y consignas sugerentes (un obrero que sonríe con un martillo, un hombre negro, uno blanco y uno amarillo que se dan fraternalmente la mano, la paloma de la paz que echa a volar hacia el cielo, etcétera, etcétera), podemos hablar justificadamente de la gradual, general y planetaria transformación de la ideología en imagología. ¡Imagología! ¿Quién inventó primero este magnífico neologismo? ¿Paul o yo? Al fin y al cabo eso no es lo que importa. Lo importante es que esta palabra nos permite finalmente unir bajo un mismo techo lo que tiene tantos nombres: las agencias publicitarias, los asesores de imagen de los hombres de Estado, los diseñadores que proyectan las formas de los coches y de los aparatos de gimnasia, los creadores de moda, los peluqueros y las estrellas del show business, que dictan la norma de belleza física a la que obedecen todas las ramas de la imagología. Claro que los imagólogos existían antes de que hubieran creado sus poderosas instituciones, tal como las conocemos hoy. Hasta Hitler tenía su imagólogo personal, que se ponía ante él y le enseñaba pacientemente los gestos que debía hacer durante sus discursos para fascinar a las masas. Sólo que si entonces aquel imagólogo hubiera dado a los periodistas una entrevista en la que hubiese divertido a los alemanes contándoles que Hitler no sabía mover las manos, no habría sobrevivido más de medio día a su indiscreción. Hoy, en cambio, el imagólogo no sólo no oculta su actividad sino que con frecuencia habla en lugar de sus hombres de Estado, le explica al público lo que les ha enseñado y lo que ha logrado que olvidaran, cómo van a comportarse, de acuerdo con sus instrucciones, qué formulas utilizarán y qué corbata llevarán puesta. Y no debe extrañarnos su autosuficiencia: la imagología ha conquistado en las últimas décadas una victoria histórica sobre la ideología. Todas las ideologías fueron derrotadas: sus dogmas fueron finalmente desenmascarados como simples ilusiones y la gente dejó de tomarlos en serio. Los comunistas, por ejemplo, creían que durante el desarrollo del capitalismo el proletario iba a empobrecerse cada vez más, y cuando un buen día se demostró que en toda Europa los obreros iban a su trabajo en coche, tuvieron ganas de gritar que la realidad estaba haciendo trampas. La realidad era más fuerte que la ideología. Y precisamente en este sentido la imagología la superó: la imagología es más fuerte que la realidad, que por lo demás hace ya mucho que no es lo que era para mi abuela, que vivía en un pueblo de Moravia y lo conocía aún todo por su propia experiencia: cómo se hornea el pan, cómo se construye una casa, cómo se mata un cerdo y se hacen con él embutidos, qué se pone en los edredones, qué piensan del mundo el señor cura y el señor maestro; todos los días se encontraba con todo el pueblo y sabía cuántos asesinatos se habían cometido en los alrededores en los diez últimos años; tenía, por así decirlo, un control personal sobre la realidad, de modo que nadie podía contarle que el campo moravo prosperaba cuando en casa no había qué comer. Mi vecino de París pasa su tiempo en una oficina en la que está ocho horas sentado frente a otro empleado, después coge su coche, vuelve a casa, enciende el televisor, y cuando el locutor le informe del sondeo de opinión pública según el cual la mayoría de los franceses ha decidido que su país es el más seguro de Europa (no hace mucho leí semejante sondeo), abrirá de pura felicidad una botella de champagne y jamás sabrá que ese mismo día se cometieron en su calle tres robos y dos asesinatos. Los sondeos de opinión pública son el instrumento decisivo del poder imagológico, que gracias a ellos vive en total armonía con el pueblo. El imagólogo bombardea a la gente con preguntas: ¿cómo evoluciona la economía francesa?, ¿habrá guerra?, ¿existe en Francia el racismo?, ¿es el racismo bueno o malo?, ¿quién es el mejor escritor de todos los tiempos?, ¿está Hungría en Europa o en Polinesia?, ¿cuál de los hombres de Estado del mundo es más sexy? Y como la realidad es para el hombre de hoy un continente cada vez menos visitado y menos amado, para lo cual tiene motivos suficientes, los veredictos de los sondeos se han convertido en una especie de realidad superior o, por decirlo de otra manera, se han convertido en la verdad. Los sondeos de opinión pública son un parlamento en sesión continua que tiene la función de crear la verdad, la verdad más democrática que jamás haya existido. Como nunca entrará en contradicción con el parlamento de la verdad, el poder de los imagólogos vivirá siempre en la verdad y, aunque sé que todo lo humano es perecedero, no soy capaz de imaginar qué es lo que podría acabar con este poder. En cuanto a la comparación entre la ideología y la imagología, querría añadir lo siguiente: las ideologías eran como enormes ruedas tras el escenario que daban vueltas y ponían en movimiento las guerras, las revoluciones, las reformas. Las ruedas de la imagología dan vueltas, pero esto no incide sobre la historia. Las ideologías luchaban unas contra otras y cada una de ellas era capaz de llenar con su pensamiento toda una época. La imagología organiza ella misma la alternancia pacífica de sus sistemas al ritmo veloz de las temporadas. Dicho con palabras de Paul: las ideologías pertenecían a la historia, mientras que el gobierno de la imagología comienza allí donde termina la historia. La palabra cambio, tan querida para nuestra Europa, ha adquirido un nuevo significado: no significa un nuevo estadio de una evolución continua (como lo entendían Vico, Hegel o Marx) sino un desplazamiento de un sitio a otro, de un lado a otro, de aquí hacia atrás, de atrás hacia la izquierda, de la izquierda hacia delante (tal como lo entienden los sastres que inventan un nuevo modelo para la nueva temporada). Si los imagólogos han decidido que en el club de gimnasia al que va Agnes todas las paredes estarán recubiertas de enormes espejos no es porque los que hacen gimnasia necesiten observarse durante sus ejercicios, sino porque en la ruleta imagológica el espejo se ha convertido en este momento en un número afortunado. Si en el momento en que escribo estas páginas todos han decidido que Martin Heidegger debe ser considerado un delirante y un perro sarnoso no es porque su pensamiento haya sido superado por otros filósofos, sino porque en la ruleta imagológica se ha convertido en un número desafortunado, en un anti-ideal. Los imagólogos crean sistemas de ideales y anti-ideales, sistemas que tienen corta duración y cada uno de los cuales es rápidamente reemplazado por otro sistema, pero que influyen en nuestro comportamiento, nuestras opiniones políticas y preferencias estéticas, en el color de las alfombras y los libros que elegimos, tan poderosamente como en otros tiempos eran capaces de dominarnos los sistemas de los ideólogos. Tras estos comentarios puedo volver al comienzo de la reflexión. El político depende del periodista. ¿De quién dependen los periodistas? De los imagólogos. El imagólogo es un hombre de convicciones y de principios: exige del periodista que su periódico (canal de televisión, emisora de radio) responda al sistema imagológico de un momento dado. Y eso es lo que los imagólogos controlan de tanto en tanto, cuando deciden si van a apoyar a éste o a aquel periódico. Un día también observaron, así desde lo alto, la emisora de radio en la que Bernard es redactor y en la que Paul tiene todos los sábados un breve espacio llamado «El derecho y la ley». Prometieron conseguir para la emisora muchos contratos publicitarios y organizar además para ella una campaña con carteles por toda Francia; pusieron sin embargo condiciones a las que el director del programa, apodado «el Oso», no pudo sino someterse: poco a poco comenzó a acortar los comentarios para que el oyente no se aburriera con extensas reflexiones; hizo que los cinco minutos de monólogo de cada redactor fueran interrumpidos por preguntas de otro redactor para que diera la impresión de un diálogo; ponía muchas más cortinas musicales, dejaba con frecuencia sonar la música por debajo de la palabra y aconsejaba a todos los que hablaban por el micrófono que manifestasen al máximo una ligera soltura y una despreocupación juvenil, gracias a las cuales se embellecían mis sueños matinales, en los que las noticias del tiempo se convertían para mí en ópera cómica. Como le importaba que sus subordinados no dejaran de ver en él a un poderoso oso, intentó con todas sus fuerzas conservar en sus puestos a todos sus colaboradores. Sólo en una cosa cedió. El programa habitual «El derecho y la ley» era considerado por los imagólogos tan evidentemente aburrido que se negaron a discutir acerca de él y lo único que hicieron fue reírse mostrando sus dientes excesivamente blancos. El Oso prometió que en un plazo breve eliminaría el programa, pero después le dio vergüenza haber cedido. Le daba aún más vergüenza porque Paul era su amigo. (89-92)


-La fama le corresponde siempre al que responde, no al que pregunta (113)

-¿Como debe comportarse un hombre con una mujer que llega sin ser invitada? ¿donde está la universidad en la que uno puede aprender algo así? 

-Haypaz

en todas las copas de los arboles
no oíras
ni respirar
los pajaros callan en el bosque
solo espera, pronto
tu también descansarás (Goethe) (22)

-El hombre cuenta con la inmortalidad y olvida contar con la muerte (58)

-Paul respondió con la paciente preocupación de un viejo médico:—¿Cómo que tu rostro no eres tú? ¿Quién está detrás de tu rostro?—Imagínate que vivieras en un mundo en el que no hay espejos. Soñarías con tu rostro y te lo imaginarías como reflejo exterior de lo que hay dentro de ti. Y después, cuando tuvieras cuarenta años, alguien te pondría por primera vez en la vida un espejo delante. ¡Imagínate el susto! Verías un rostro completamente extraño. Y sabrías con claridad lo que no eres capaz de comprender: tu rostro no eres tú.

-Tuvimos que dejar de asombrarnos de que precisamente esto (lo que vemos frente a nosotros en el espejo) fuera nuestro yo. Sin la fe de que nuestro rostro expresa nuestro yo, sin esa ilusión básica, sin esa protoilusión, no podríamos vivir o al menos no podríamos tomarnos la vida en serio. Y no bastaba con que nos identificáramos con nosotros mismos, era necesario que nos identificáramos apasionadamente a vida o muerte.


-Agnes miraba con envidia a los viejos; le parecía que envejecen de otro modo: el cuerpo de su padre se convirtió poco a poco en la sombra de lo que había sido, se fue desmaterializando, sólo permanecía en el mundo como una mera alma descuidadamente encarnada. En cambio el cuerpo de una mujer, cuanto más innecesario se vuelve, más se convierte en cuerpo: voluminoso y pesado; se parece a una vieja manufactura que ha de ser demolida y en la que el yo de la mujer debe permanecer hasta el fin en calidad de vigilante.

-Las noticias se oyen igual que se fuma un cigarro y se apaga en el cenicero (93)

-El respeto por la tragedia es mucho mas peligroso que la despreocupación del parloteo infantil. te has dado cuenta que cual es la eterna premisa de la tragedia? La existencia de ideales a los que se atribuye mayor valor que a la vida humana. ¿Y cuál es la premisa de las guerras? La misma. Te empujan a morir porque al parecer existe algo mas valioso que tu vida.

-La guerra solo puede existir en el mundo de la tragedia, el hombre desde el comienzo de la historia no conoció otra cosa que el mundo trágico y no es capaz de salirse de él. (95)

-Nunca sabremos por que irritamos a la gente, que es lo que nos hace simpáticos, que es lo que nos hace ridículos; nuestra propia imagen, es para nosotros nuestro mayor misterio (98)

-El hombre no es mas que imagen. En la medida en que vivimos con la gente, no somos mas que lo que la gente piensa que somos. Pensar en como nos ven los demás e intentar que nuestra imagen sea lo mas simpática posible se considera una especie de falacia o de juego tramposo. ¿Pero acaso existe alguna relación directa entre mi yo y el de ellos sin la mediación de los ojos? ¿Acaso es concebible el amor son que controlemos angustiados nuestra imagen en la mente de la persona amada?, cuando ya no nos interesamos por la forma en que nos ve aquel a quien amamos, significa que ya no le amamos.

-Nuestro yo es una mera apariencia, inaprehensible, indescriptible, nebulosa, mientras que la única realidad demasiado aprehensible y descriptible, es nuestra imagen a los ojos de los demás y lo peor es que no eres su dueño (100)

-Ay! en el amor basta con tan poco para que uno se desespere (102)

-El sentimiento amoroso nos da a todos una falsa ilusión de conocimiento (104)

-Ansiaba ser siempre el que hace las preguntas y no el que tiene que responderlas (113)

-El cuerpo no era para ella (Laura) sexual sólo en los momentos excepcionales de excitación sino, desde el comienzo, a priori, ininterrumpidamente y por todas partes, con su superficie y su interior, en el sueño y en la vigilia y hasta en la muerte.
Para Agnes, lo erótico se limitaba al instante de excitación durante el cual el cuerpo se volvía deseable y hermoso. Solo aquel instante justificaba y redimía el cuerpo, cuando aquella iluminación artificial se acababa, el cuerpo volvía a convertirse en un mero mecanismo sucio al que estaba obligada a mantener.(125)

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